miércoles, 17 de septiembre de 2008

El almuerzo desnudo

El almuerzo desnudo (David Cronenberg, 1991)

Teóricamente está basada en el libro de William S. Burroughs. En realidad, tal y como avisó Cronenberg, lo está tan solo en cuanto a lo que a él mismo le interesó. Como yo el libro no me lo he leído, puedo opinar con tan sólo el visionado, liberando ese lastre tan odioso en las adaptaciones que son las comparaciones. Y tengo que decir que como película es fascinante.
Cronenberg realiza un estudio minucioso de la creación artística y su relación con las drogas a través de la historia de William Lee, un exterminador de cucharachas adic
to a la heroína que terminará haciéndose adicto primero al polvo para matar cucarachas y después a un polvo extraído de un cienpiés acuático brasileño: “Soy adicto a una droga que ni siquiera existe” expresa en un momento de la película.
Asistimos ensimismado a su periplo vital en medio de la intoxicación permanente, en medio de la Interzona, un país musulmán al que se ve obligado a huir tras asesinar supuestamente a su mujer. Y digo supuestamente porque en esta película, igual que en otras de su director, la diferencia entre realidad y ficción es prácticamente inexistente. Y en esa ficción Lee ni siquiera se da cuenta de que es Burroughs, atrapado en el propio mundo d
e la novela que está escribiendo, El almuerzo desnudo, que ni siquiera reconoce cuando sus amigos se la leen. Un universo lleno de seres extraños, de personas que parecen estar destinadas a la soledad, de personas que no son personas, de máquinas de escribir que son insectos como las personas, de sexualidades cambiantes, de insectos que invaden la tierra... donde Lee es un agente que debe hacer lo que le mandan, sin saber muy bien qué es lo que está buscando y quién se lo manda... porque su fin último, y lo que finalmente le obliga es la consecución de la Carne Negra, esa droga que no existe gracias a la cual es capaz de convertirse en escritor, aunque sólo sea de informes en los que relata su vida y sus experiencias en ese mundo real que sólo existe en su intoxicada cabeza, y que Cronenberg nos muestra como él sólo sabe hacerlo, sin aspavientos pero sin censura, e impregnándolo todo de sexo, un sexo raro, extraño y ambivalente, donde la homosexualidad de Lee queda de manifiesto en base a las órdenes de las máquinas-cucharachas y de las altas esferas que le ordenan que sea “marica”.


Llevo media hora para escribir esto. Y es que estoy intentando dar sentido a lo que no se puede explicar. No porque no lo tenga, sino porque todo es tan complejo que tendría que hacer una reseña de tres páginas para poder explicar mínimamente la trama. Así que les recomiendo una cosa: si no la han visto, véanla. Ya están perdiendo tiempo. Y después me cuentan.

3 comentarios:

dvd dijo...

Leí la novela y no me enteré de nada, pero da igual porque Burroughs nunca me ha interesado. Vi la peli y pensé: "Bueno, Cronenberg, se te acabó el rollo", pero luego sólo ha hecho mejorar, así que... Al menos creo que has desentrañado bastante bien su críptica ambigüedad y extrañeza. Y ya tiene mérito...

Justo dijo...

La vi hace relativamente poco, en DVD. Y a mí me fascinó, como casi siempre me pasa con este Cronenberg.

No me extraña que te haya costado escribir sobre ella, pues lo has hecho muy bien, y es difícil intentar ordenar lo que aquí aparece.
Como siempre, los amantes del convencionalismo pondrán pegas: que les den dos duros. Nada más que por ver determinadas escenas de la película merece la pena el resto del metraje, aunque en ocasiones pueda parecer inconexo.

Groupiedej dijo...

Después de leeros y reflexionar frente a una Heineken, me quedan tres opciones a que no me costara trabajo entenderla, aunque sí escribir sobre ella:
-o soy muy listo.
-o no me enteré de nada.
-o estoy tan mal como Cronenberg (o casi que peor).
La Heineken ha hablado, y ha optado por lo primero, y no la voy a contradecir.
Un saludo a ambos.