lunes, 11 de agosto de 2008

Crash

Crash (David Cronenberg, 1996)

Polémico Premio especial del Jurado en Cannes, esta Crash que, me temo, nada tiene que ver con la oscarizada película de 2004, es un viaje a lo más profundo de la perversión humana, y lo es porque analiza lo más profundo de la perversión dentro de un ámbito tan íntimo como es la sexualidad.


Basada en una novela de J.G Ballard, cuenta la historia de un hombre, del mismo nombre que el escritor, James, casado con una guapísima mujer, Catherine (espectacular Deborah Kara Unger), dentro de una relación de pareja en la que logran excitarse sexualmente a base de relatarse sus relaciones extramatrimoniales con extraños. Así comienza lo que no deja de ser una historia de amor. Y es que estos dos personajes se quieren y siguen queriendo desearse, por más que para ello tengan que buscar alicientes en otras maneras de vivir el sexo.
Esas otras maneras llegan a entrar en lo perverso cuando, tras un accidente de coche de James, entran en contacto con un grupo de fetichistas de los accidentes y las cicatrices, cuyo líder, Vaughan, no deja indiferente a ninguno de los dos. Comienza así lo que ya había comenzado como un estudio de la sexualidad humana en una vertiente poco convencional y muy peligrosa, que levantó estómagos en su momento y los seguirá levantando más de diez años después.
Y es que todos nos podemos ver reflejados en esa búsqueda del placer que establecen todos estos personajes, por más que esa búsqueda sea sumergiéndonos en lo más profundo de nuestro inconsciente, allí donde los instintos campan a sus anchas. De ahí la fuerza y la capacidad repulsiva de esta cinta, que sin embargo Cronenberg rueda con elegancia y acertado sentido de la estética.
Coetánea de esa otra gran obra que es Carretera perdida, Cronenberg
, al igual que Lynch, da una tremenda importancia al cuerpo. Pero mientras que Lynch lo utiliza de forma puramente estética, Cronenberg lo usa para que podamos observar lo mismo que fascina a sus personajes. Todo ello gracias a unos primeros planos que hicieron que más de uno se saliera de la sala de proyección (las piernas de Rossana Arquette son difícilmente olvidables), pero que permiten acercar una historia que, en manos menos hábiles, hubiera quedado más fría, mucho más agradable a la contemplación, pero mucho menos fiel a su contenido.


Quizá otra de las cosas admirables de esta película, pero que también contribuya a la creación de animadversiones, es que Cronenberg no juzga en ningún momento a los personajes. Eso es algo que muchas veces olvidan los directores. Cronenberg muestra, como una forma más de posibles interelaciones, las que se establecen entre todos los personajes, y nos deja a los espectadores la capacidad para decidir lo que nos parece, pero sin indicarnos en ningún momento lo que es o no permitible, y sin que podamos entrever en ninguno de ellos ningún rasgo de malicia que pueda hacer que los rechacemos. Y ahí está gran parte del poder de este film para lograr la identificación.
Y vuelvo a hablar de identificación porque, por más que lo neguem
os, la hay. El sexo como instinto está unido a ese otro instinto fundamental que es la agresividad, y se pone de manifiesto en mayor o menor medida en una relación sexual que, en esencia, es agresiva, como demuestra el simple hecho de la penetración. Que en nuestra vida habitual la agresividad quede ahí o vaya a más es algo que decidimos nosotros de forma consciente, pero en lo fantasmático lo agresivo está unido a lo sexual de forma casi indisoluble. El problema lo podemos tener cuando lo unimos a lo sexual de forma consciente y no sólo como parte del acto, sino como forma de conseguir la excitación. Ahí es donde llega esta película, con toda la crudeza necesaria y sin ningún tipo de traba.
Puestos a realizar confesiones íntimas, aunque sean en base a conceptos teóricos, y a pesar de que se me pueda tachar de perverso, reconozco que la escena donde James penetra analmente a Catherine mientras ambos van comentando las fantasías homosexuales que a James le inspira Vaughan, me parece una de las escenas más eróticas que he podido ver nunca en ninguna pantalla. Y para que conste, dejo un fotograma.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Sí, ya se que este Crash no tiene que ver nada con el Crash de hace 2 años... aunque en ambos hay algún accidente de coche... El Crash que hablas me acordé el otro día de casualidad y tengo ganas de volverle a ver porque sólo la he visto hace mucho que la emitieron en alguna cadena... y me pareció extraña y original... es un poco paranoia pero me gustaría volver a verla para entenderla mejor. Te ha quedado una entrada muy chula, muy bien expuesta. Un saludo!

Justo dijo...

A mí con los dos Crash me pasa, salvando las distancias, con lo de Tamara la buena y la mala.

-En mi opinión, la mala era la de los boleros y la buena la que luego pasó a llamarse Ámbar y después Yurena.

-En mi opinión, la Crash mala es la que ganó el óscar -con el agravante de que era el año de "Brokeback Mountain"- y la buena -espléndida- la de Cronenberg.

No digo nada de la película porque ya lo has hecho tú estupendamente -se nota que te pone la peli, jeje-. Tanto Cronenberg como Lynch me parecen de los pocos grandes directores en activo.

Groupiedej dijo...

Ricardo: Revísala, te lo recomiendo. Aunque te ponga los pelos como escarpias merece la pena.

Justo: Absolutamente de acuerdo en lo de Tamara, la de los boleros es insufrible. Por cierto, la otra ahora se llama Yurena, aunque hace mucho que no se nada de ella.
Respecto a la peli, en realidad la del Oscar no la vi, y no la pienso ver porque las comparaciones (tanto con esta con la que comparte título como con Brokeback Mountain) son odiosas y últimamente he decidido ser bueno. Y es cierto que la peli me pone... ya he dicho miles de veces que algún día de estos me tendré que tirar en un diván.

Gracias por pasaros en un mes en el que soy casi el único que está trabajando como un estúpido.