martes, 3 de junio de 2008

El sabor de la sandía

El sabor de la sandía (Tsai Ming-Liang, 2005)

Advertencia: Todo aquel al que le repugne el cine de arte y ensayo, que no pierda el tiempo viendo esta película. No le va a gustar.


Tras meses en la recámara y una primera ojeada entonces, momento en el que decidí que para esta película tenía que tener el día, anoche tuve el valor. Mientras la veía, iba pensando en que iba a poner en el post, pero ya se me ha olvidado. Película extraña, compleja, poética y desagradable a la vez, no es apta para mentes estrechas ni para sensibilidades extremas.
Clasificada como erótica en el catálogo de Lauren Fi
lms, su distribuidora en España, en realidad lo es y no lo es. El sexo abunda, es, en parte, el leit motiv, pero no lo es todo. De hecho no es casi nada. Es la historia de dos personas. Él es actor porno y no tiene donde dormir. Ella trabaja en un museo, tira unas llaves por la ventana, y tiene que recuperarlas cuando están incrustadas en el asfalto. Ambos se encuentran en un parque, pero ya se conocen de antes. No sabemos si se enamoran o si ya lo estaban. Pero no pueden consumar su amor porque él se debe a su trabajo. Y es en ese trabajo, justo al final, cuando la actriz coprotagonista aparece muerta y hay que terminar el film antes de que se presente el rigor mortis, cuando se consuma en forma de descarga oral con la que, además, mitigar el ruido. Porque estamos ante una película de silencios. En dos horas de metraje, se pronuncian, más o menos, diez frases. Silencio tan sólo interrumpido por números musicales vistosísimos que no se qué quieren decir (la versión que tengo es doblada y no tuvieron el buen gusto de subtitular las canciones). Todo ello en un Taiwan en sequía, donde la sandía se usa más que el agua, por su bajo precio, y donde esa misma sandía sirve como metáfora del amor, de los genitales, del sexo, de la vida. Se bebe, se come, se folla, se usa como símil de un embarazo y un parto... La sandía es la vida, con todo lo que ella conlleva. Y la chica se entrega a esa vida y la protege como a un recién nacido, intentando salvarla aunque se caiga al suelo y se rompa en pedazos.


Todo esto sirve para intentar explicar una película que no tiene explicación racional posible con palabras. El sabor de la sandía es una película sensorial, visual, acústica, tactil... por ello resulta complicadísimo ponerle palabras, cuando ni ella misma las tiene. A mi me ha encantado, pero tengo la impresión de que me faltan muchas cosas. Algún día, dentro de un tiempo, cuando la haya digerido bien, tendré que revisitarla.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Pues no la he visto... Pero la veré. Además recuerdo que su cartel de cine era muy sugerente. Me ha gustado mucho tu forma de exponerla. Enhorabuena.

Groupiedej dijo...

Gracias, mi niño. Se me ocurren unos cuantos chistes respecto a nuestra reciprocidad en los halagos, pero a estas horas sigue siendo horario infantil, así que me abstendré, de momento.
Creo que te gustará. Y si no, por lo menos verás algo diferente.
un beso.

Justo dijo...

Recuerdo sólo la sensación general de esta película tan rara -pero que a mí también me gustó, me recordó al cine S de los setenta- y sobre todo recomendaría la escena final del largo orgasmo.. impresionante.

Eliges bien las películas a ver, para mi gusto.

Groupiedej dijo...

Muchas gracias por el halago. El que tengo buen gusto es algo que sabe todo el que me conoce, por mucho que ellos no se den cuenta en ocasiones. Ya me pasaré para ver qué tal te fue por Kiev. Y coincido con lo de la última escena, por más que si me de la impresión que no es mejor que todo el resto. Me removió mucho esta película, la tengo que volver a ver.

Unknown dijo...

Yo voy a buscarla.. me has dado ganas.