jueves, 29 de mayo de 2008

Teléfono rojo, volamos hacia Moscú

Teléfono rojo, volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964)

Esta película, en realidad, hace tiempo que no la veo. Tendría que haber comenzado por Atraco perfecto (de la que daré cuenta pronto), pero me ha dado por aquí.
Hablar de cualquier película de Kubrick a mi me supone mucho. Más que nada porque todavía no se si es un director que me gusta. Lo que, teniendo en cuenta que creo que la única película suya que no he visto completa ha sido Barry Lindon, y que todo el resto me han gustado (algunas mucho), puede resultar un tanto incoherente, pero creo que no lo es.


Las películas de Kubrick tienen un aire "humanista", como dicen en la wikipedia, de estudio sobre la humanidad, casi existencialista en ocasiones, que a mi me debiera fascinar. El estilo de rodaje, esos planos cuadriculados, exactos en lo geométrico, simétricos hasta la náusea en muchas ocasiones, son apabullantes... pero esa especie de megalomanía, esa tendencia que tenía Kubrick a mostrarlo todo como si él tuviera la última palabra, ese exceso de precisión en todo, esa frialdad que fue desarrollando su cine con el tiempo, llega a turbarme demasiado para ser incondicional. Incluso ya fallecido, y, como ya digo, con casi toda su filmografía visitada y revisitada, no puedo ser incondicional. En casi todas sus películas encuentro un pero. Y esta no es una escepción.


Comedia irónica, cuyo título original (Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb) no tiene nada que ver con el que se le puso en España, y es mucho más revelador de lo que nos vamos a encontrar, es la única comedia de Kubrick, y, probablemente, tenía razón. Demasiado poco sentido del humor albergaba el autor para haber continuado. Y eso que la película como comedia funciona bastante bien, pero más por las magníficas actuaciones de Peter Sellers (interpreta tres papeles) y por el guión, que por el desarrollo general, demasiado parecido a ese estilo geométrico con el que Kubrick se obsesionó tanto en determinado momento. Está bien rodada, tiene gags divertidísimos, chistes aún más divertidos, Peter Sellers está espléndido (repito), sobre todo en el papel de Strangelove, ese asesor fascistoide del presidente de los EEUU (que también interpreta él), y tiene secuencias que ponen los pelos de punta (el muchacho encima de la bomba, por ejemplo), pero cada vez que la he visto me ha dado la impresión de que no termina de cuajar, fundamentalmente porque Kubrick se lo toma todo demasiado en serio, y, en vez de dejarse llevar por el divertimento, opta por querer hacer una gran película. Y eso no se busca, eso sale. Es decir, la película es buena y muy divertida, pero podría haber llegado a ser una obra maestra.


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