domingo, 3 de febrero de 2008

Very bad things.

Very Bad Things. (Peter Berg, 1997)


Peter Berg, actor y director del que hace años no se nada, dirigió a finales de los noventa esta cafretada que se ganó, no sin razón, todas las iras de las mentes bien pensantes. Pero también toda la admiración de los que no lo somos tanto.
En la línea de los Farrelly, pero con un puntito sanguinario y una estructura fílmica de verdad, Berg crea una comedia negrísima que no deja de ser un divertimento para todos aquellos a quienes nos gusta este tipo de cine. Ácida, terrible y violentísima, deja la escena del coche de Pulp Fiction a la altura de un jueguecito para bebés.
Unos amigos van a celebrar la despedida de soltero de uno de ellos, que se casa con una Cameron Díaz soberbia en su papel de futura Bree Van de Camp. Hartitos de meterse lo más grande, uno de los amigos tiene un pequeño accidente con la meretriz (últimamente me repiten mucho la grandísima cantidad de tacos que digo, así que no quería poner puta) que habían contratado, que acaba con sus sesos desparramados por el baño. Deciden ocultar el asesinato, y, para ello, no encuentran mejor remedio que irse cargando a los testigos potenciales que pueden dar cuenta de lo sucedido, es decir, ellos mismos. Ahí comienza una barbarie divertidísima que acaba con Cameron vestida de novia abriéndole la cabeza a Christian Slater (qué mal envejecen algunos) mientras le increpa por intentar estropear su boda. La escena final no tiene desperdicio. Es, sin duda, uno de los momentos más crueles que jamás ha podido dar el séptimo arte.


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